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“Fue desafiante escribir sobre bailar” (Revista Babilonia)



La escritora acaba de editar “Las bailarinas no hablan”, una novela que indaga sobre los sueños de una niña que se transforma en figura del Colón. Las exigencias, la competencia y la puja entre el éxito y el fracaso dan vida a un gran relato.


Por Fernanda Pérez


“Las bailarinas no hablan” Florencia Werchowsky narra la historia de una niña que llega desde el interior para estudiar danza en el Colón. Los sueños poco a poco se van enfrentando a una verdad cargada de presiones y competencias. Con una mirada auténtica y lúcida, la autora nos lleva a recorrer los pasillos de uno de los teatros más importantes del país y nos zambulle en ese exigente universo.


Sus vivencias  personales se fusionan con una trama divertida, crítica y atrapante.

Tras la reciente publicación de “Las bailarinas no hablan”, Florencia Werchowsky -autora también de “El telo de papá”- habla con Babilonia Literaria sobre este nuevo libro.


– El universo del ballet al que hace referencia la novela, está en parte ligado a tu historia. ¿Cómo lograr un equilibro entre esa mixtura en la que conviven las experiencias personales y las necesidades narrativas para construir una buena ficción?


– No hay un equilibrio posible. Escribir ficción a partir del hecho biográfico tiene un punto de partida desordenado, se traza un plan confuso, un itinerario lleno de ambigüedades. La experiencia da el marco: una nena que aspira a ser bailarina del Teatro Colón y lo logra. Ese dato, esa vivencia, es lo que tenemos en común la narradora de “Las bailarinas no hablan” y yo. Pero ella sigue ahí, en el Colón, y tiene un vínculo desgastado con su vocación y con la institución; está cansada. Mientras que yo la paso mejor en mi casa, sentada frente a la computadora.


– Las bailarinas despiertan esa fantasía de lo etéreo, sin embargo en estas páginas se ve el “detrás de escena” donde las cosas no son tal vez no es tan etéreas, ni tan bellas, ni tan delicadas sino más hostiles, exigentes, represivas. ¿Cómo definirías ese proceso de preparación al que se enfrenta una chica que ingresa al ballet?


– Más que hablar de las exigencias, del rigor en el cuerpo (que están siempre porque son inherentes al ballet de alto rendimiento) me parecía interesante explorar la idea de éxito y fracaso en el ballet, retratar cuál es el final de ese proceso de preparación y cómo es la institución lo que define la experiencia que se tenga con la danza. ¿Cuáles son las implicancias de ser una bailarina del Colón? Para la narradora de “Las bailarinas no hablan”, son extremas, totales: tiene que irse de su pueblo siendo una niña, acompañada por su mamá primero para luego quedarse sola; tiene que adaptarse a la capital, a sus lógicas y sus valores; tiene pasar papelones en escena, lidiar con los conflictos sindicales, lidiar con las otras y los otros que bailan mejor que ella.

Su transformación es profunda.


-La novela también nos permite conocer ese “puertas adentro” del Colón. ¿Crees que la novela desmitifica algunos aspectos vinculados a la formación artística y al arte en general?


– Los mitos alrededor de la formación artística son ficciones construidas desde la propia actividad, desde la idealización del público, por motivos comerciales, o  lo que sea. Y las bailarinas en esta novela también son una ficción, por lo tanto lo que ofrecen es otro punto de vista.


-¿Encontraste puntos en común entre el mundo de la escritura y el mundo del ballet?


– En mis años de bailarina siempre tuve público demandando relatos: cuando volvía a mi pueblo en las vacaciones debía contarlo todo, explicarle a mi familia y a mis amigos con tecnicismos y pasajes emocionales, con datos y hechos, qué era lo que estábamos viviendo. Narrar era mi responsabilidad con ellos. Me parecía clave ser rigurosa con cierta información (mis notas, mi peso, las horas de ensayo) pero no tenía ningún problema en torcer los hechos caprichosamente para acabar siendo heroína o mártir, según mi conveniencia. Además, tal vez por eso mismo, sentía la necesidad de demostrar (me) en ese relato que el sacrificio que hacía, que era de locos, estaba justificado.


– ¿Cuál fue el mayor desafío narrativo que te generó la escritura de esta novela?


– Fue bien desafiante escribir sobre bailar, traducir la nomenclatura del ballet para acercar al lector el movimiento que contiene, por ejemplo, un “dégagé”. Los que bailan o los que alguna vez bailamos tenemos incorporado ese glosario como una lengua propia, donde cada término tiene su sentido, un sentido técnico pero también uno físico porque cada uno siente ese movimiento en el cuerpo de una forma particular.


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